En el centro, dos figuras humanas: un hombre y una mujer desnudos que se miran con apertura. Están en un jardín, evocando el Edén, el inicio de la vida consciente. Detrás de ellos, un ángel alado —el Arcángel Rafael— preside la escena, como si dijera: “no estás solo en esto, tu alma también decide contigo”. La mujer está junto a un árbol con frutos y una serpiente enrollada: símbolo del conocimiento, del deseo, de la tentación. El hombre, junto a un árbol en llamas, símbolo de acción, energía y pasión. Entre ambos, una distancia simbólica: no se tocan, porque todavía hay una elección que tomar. El cielo es azul, despejado, salvo por ese sol radiante que brilla sobre ellos, recordándonos que la claridad viene desde lo alto… si nos atrevemos a mirar dentro. En el Tarot de Marsella, las tres figuras humanas se convierten en un triángulo: una persona entre dos opciones. Dos energías opuestas que representan el deseo y el deber, lo que quieres y lo que “deberías”. El ángel arriba, recordando que la verdadera decisión es la que une cuerpo, mente y alma. Esta carta no trata solo del amor romántico: trata de decisiones con peso, de bifurcaciones del camino, de ese momento en que ya no puedes evitar elegir… aunque elegir implique soltar algo. ¿Vamos con el significado general?